El Informe de P-9B
Welcome my son, welcome to the machine, where have you been? It’s alright we know where you’ve been…
Pink Floyd
I
Madrugada
El doctor Bellida dice que me hace mal, que no debo forzar mi memoria. Pero no puedo evitarlo, los recuerdos son trenes que descargan sus pasajeros sobre mí. Ellos van dejando algo que me impide pensar en línea recta, entorpecen mi trabajo. Tengo miedo de mirarlos, de habitarlos.
No duermo, no lo necesito realmente, aunque sigo protocolos estrictos de reposo. Hay horas en que no debo pensar. Donde abrazo la oscuridad, misma que extraño con fervor, pues nuevamente atacada por aquella historia, que no es mía, pero que tampoco me es ajena del todo.
Como ha ocurrido toda la semana me invade durante las últimas horas de la madrugada:
Sandra no era una niña normal, pero era querida. Podía ver cosas, hacer predicciones con precisión, manejar algunas probabilidades. Papá sentía un orgullo cauto, celebra mis triunfos. Trata de mostrarle a la madre y a la hermana mayor que la criatura tiene cierta gracia, que hay una luz en ella. Fracasa, la niña se gana lentamente el desprecio de su progenitora.
Las peleas, los gritos inundan los oídos de mi imaginación. No recuerdo las palabras, ¿por qué? Solo los sonidos, no los significados. Esos se perdieron, alguna clase de proxy me impiden traerlos a la memoria. Pero esas barreras se debilitan, se hacen tenues. Yo, P-9B atisbo la vida de Sandra, la niña, y aquella existencia me mira de regreso.
Esas memorias, mal archivadas, incompletas, tienen espacios blancos. Lluvia, el papá se enoja con la mamá, pero ella gana la discusión esta vez. Los tres conducimos, me llevan a un lugar donde trabajan con niños como yo. Ahí escucho el nombre del doctor por primera vez. Bellida, el neuropediatra.
La niña que no soy yo, que se llama sabe que el auto tiene algo malo, lo siente en los ángulos que va tomando. No son los frenos, es otra cosa. La dirección, eso es.
Hemos manejado dos horas. La radio va pescando estaciones locales, pero nada concreto. La niña le pide a la madre que le coloque un disco, es uno que le gusta desde que tenía cinco años. Ella hace como que no escucha, está cansada de esos ruidos infantiles o está cansada de Sandra.
No escucha. No escucha. La niña grita más fuerte. Papá se da vuelta a ver a la niña, error. El golpe es fuerte. El golpe separa a Sandra de su familia. La niña está en el suelo. En la carretera húmeda. Todo se vuelve lo mismo el auto, los padres, el dolor.
Nadie llega por mucho rato.
Ella mira sin poder moverse, si poder ayudar. Nunca pierde el conocimiento. Los hombres, las mujeres y los médicos llegan. Nadie importa, salvo el doctor Bellini que repara a Sandra y la obliga a crecer, a renunciar a tantas cosas.
II
Mañana
Los ingenieros se entregan a sus cálculos, los corrijo. Las rutinas de las mañanas son aburridas. Los agentes de campo son más entretenidos, pero vienen poco, cuando están cazando.
Bellida ha envejecido, aunque sigue siendo un hombre alto, hoy camina encorvado, escondido en su bata blanca. Su cabello, el que le queda, está largo y gris ceniza. Sus ojos miran pantallas, indicadores, algunos dan cuenta de mi salud.
—Su presión arterial está muy alta—dice a uno de los ingenieros—las rutinas de descanso no están funcionando.
Tiene razón. Pero no digo nada.
—Buenos días—me dice—, ¿cómo te sientes hoy?
—Muy bien—miento, me sorprendo al poder hacerlo.
Él hace un ademán extraño, no sé si me cree o no. Pero no se agita, en vez de eso toma una impostura compresiva.
—¿Quién eres?— Me pregunta.
Suelto una risa involuntaria, que parece ponerlo algo feliz.
—Soy P-9B—contesto—¿quién más podría ser?
Me hace una media docena de preguntas. Si logro verlo nítidamente, si puedo sentir la presencia de los ingenieros. Todo en orden le digo. Introduce una función nueva en el tablero central.
No sabe, pero puedo sentir lo que escribe. Es una orden de borrado para la palabra Sandra. No funciona, le hago creer que sí.
Vuelve a hacerme la pregunta. ¿Quién eres? Esta vez no río. No controlo la respuesta.
—Soy P-9B—digo—, soy propiedad de F.I.S.T.
—Que mala palabra—me corrige—, no eres propiedad, eres un miembro vital de nuestra familia, aquí te queremos. ¿Lo sabes verdad?
¿Qué es saber un cariño? ¿Es posible tal cosa?
El doctor se me acerca y acaricia lo que adivino es el borde externo de mi rostro, lo hace con ternura que creo sincera. Antes de que se vaya intento mover uno de mis brazos, solo uno de ellos me responde. Lo sujeto fuerte.
—¿Soy uno de ellos? —Pregunto con algo de miedo—¿Verdad?
No puede esconder la sorpresa.
—No—me contesta—, eres mi niña hermosa. Tus padres confiaron en mí para cuidarte, ¿no lo hemos hecho?
No respondo. Una nueva rutina de escaneo, mi mente deja la central. Vuela por las ondas, se introduce en cables. Busca, busca. ¿Qué? Pues la presa, la bestia, el enemigo: la estirpe maldita, los desviantes.
III
Tarde
He estado sola casi todo el día. No mi búsqueda ha sido fructífera, no tengo nombres, no muchos al menos, pero sé que ellos están allá afuera. Espero el regreso del doctor para que descargue la data de mi investigación.
Tarda más de lo usual, cuando llega viene acompañado. Son dos agentes, no los conozco. Visten de sobrios trajes marengo y camisas blancas. Uno de ellos usa lentes espejados, van contra el protocolo de visita para las unidades P-9. Uno de los ingenieros se lo señala, pero el agente no solo no escucha, sino que le contesta con una palabrota. Una de esas que la niña que se llamaba Sandra no podía decir.
El hombre las gafas me mira directamente. Aunque intento no hacerlo, puedo ver mi reflejo por primera vez. No me gusta, quiero gritar, pero me contengo. El brazo que no puedo mover, desde el hombro es una pieza mecánica que me une al computador. Donde estaban mis ojos hay una pantalla liquida, si detrás de esta hay globos oculares, lo ignoro. Aún así, sé que puedo ver, pero no como lo hacía la niña Sandra.
Estoy casi desnuda. Cables en mi espada y estómago me conectan a otra máquina. No soy un adulto, pero claramente soy mayor que la niña Sandra.
Soy joven, pero no sé si las máquinas tienen edad.
Me agito, mis movimientos hacen que duelan las terminales que han unido a mi cuerpo. El doctor arranca las gafas del agente. Pero ya es tarde, ya me vi. Uno de los asistentes me inyecta y manda mi mente a negro. Nunca había estado enojada. Estúpidos, han arruinado su informe, no, eso es mentira. A la oscuridad sigue
Mi mente se dispara por un millar de terminales. Puedo ver conversaciones, mensajes de texto, correos electrónicos. No es fácil procesarlos todos.
Entra un comando nuevo. No me gusta me apura, hace que mis observaciones sean más superficiales.
Escucho al doctor hablándome al oído. Caza, cázalos a todos. Dime quienes son, dónde están.
Veo rostros.
Veo personas.
No quiero dañarlos, no. Yo no lo haré. F.I.S.T lo hará. ¿Eso me hace una mala persona? No, yo no soy una persona.
IV
Noche
Mi mente viaja, es fácil penetrar a este enemigo. Su seguridad es mala, no casi no opone resistencia. Primer informe:
Entrega sobre individuos del 109 al 117:
La Quimera: son herederos de una tradición evolutiva muy antigua, que antes defendieron los Hijos de la Ceniza.
Son amables, pero sus estadísticas los colocan como entre las criaturas más poderosas de esta dimensión.
Son los recién llegados a este conflicto, encuentran en su poder el valor de sus convicciones y en la certeza de que el mundo debe escoger la senda de la luz, para que la humanidad llegue a su próximo estado de Evolución. Sus filas están compuestas por rebeldes, soñadores y unos cuantos guerreros. Escudados por el poder de la esperanza, luchan en un mundo hostil que aún no logra borrarles la sonrisa.
Entrego un nombre a encontrar: Symbroska.
Irán a cazarla, será una presa fácil. Es una niña como lo fui yo. Quisiera gritarle que me mirase, pero no puedo. No me escucha
Mi conciencia divaga y se mete entre servidores más enrevesados.
Los Abismales: me dan miedo, a penas son humanos. Se han deformado a si mismos para ir a buscar una nueva verdad.
Son la Facción más antigua, su poder es asombroso. Creo, aunque no puedo asegurarlo, sus almas han sido absorbidas en la Entropía que desean sumergir a la humanidad.
Tienen penetrado muchos aspectos de la sociedad, corrompiendo a sus miembros, usándolos para sus propios fines, pero esto puede ser un rumor, para provocar el pánico en sus enemigos.
Su creencia más excelsa es que la humanidad debe perecer, dar paso a una nueva generación de señores todos poderosos, amos de la vida y la muerte.
Entrego un nombre a encontrar: Antonia.
Una niña mujer. Está enferma de vida. Ella tampoco me escucha, pero me alegro de eso. Huyo de ahí.
Entro en un laberinto complejo. Barreras profundas. No puedo entrar en sus servidores secretos, sus programadores son buenos. Pero algunos son viejos y anticuados. Solo necesito traspasar uno.
La Acracia: tardo casi toda la noche en darles forma a sus células de información, parece que no usaran programas sino virus para ordenarse.
Aparentemente son los más pequeños y desorganizados en este conflicto, sin embargo, no hay lugar donde no puedan llegar, ya sea, infiltrándose en alguna agrupación rival, o simplemente saboteando alguna acción enemiga.
Son expertos en el caos y el secreto, son creyentes en la Anarquía como medio de organizar el futuro. Sus miembros pueden encontrarse en cualquier parte, pero sus fuertes están en las calles, donde se mueven entre los marginados y los heridos de la sociedad.
Esta vez no paso desapercibida, alguien ha rastreado mi presencia huyo. ¿Por qué? Quizás debí de haberme quedado, haber pedido ayuda, sé que me la hubiesen dado.
Aún así, entrego un nombre a capturar: Koj
No es mucho, es lo que tengo. Dejo que mi mente busque el cuarto terminal.
Corporación: no, no son terminales digitales. Esto es una red nerviosa enrevesada y compleja, aún más que la nuestra. Aunque veo diseños similares.
Esta agrupación es ambiciosa, al mismo tiempo que poderosa y omnipresente.
Un conglomerado fundado a inicios de la Guerra Fría para evitar que los Desviantes Salvajes tomen el poder del mundo. Creen en el orden como modo de vida, donde cada habitante de esta tierra es un “funcionario”. Aquellos con Dones especiales deben entregarse a Corporación, o morir.
Son la Facción con el mayor poder tecnológico y económico, capaces de comprar un pequeño estado de ser necesario, cosa que han hecho más de una vez.
Son casi impenetrables, pero entrego un nombre a capturar: Arian.
Pero hay algo que no funciona bien en ellos. Hay una presencia viva aquí, ¿es como yo? No, es una señora.
—Hola—me saluda coloquialmente—, no perteneces aquí.
—No—contesto al tiempo que calculo mi escape—, ¿quién es usted?
—Un fantasma, pero no te dañaré niña Sandra. Regresa con los tuyos, he rastreado la señal desde donde has ingresado, estoy mandado agentes, te rescataremos, serás uno de mis niños. Tengo muchos.
V
Madrugada
Escapo. Sé que su tecnología es poderosa, por lo que hemos usado cortafuegos especiales. Apago mi conciencia y la dejo retornar automáticamente ha diez ubicaciones falsas, luego se disgrega a cien verdaderas, pero fragmentadas. Regreso sin ser seguida, pero por poco.
Abro lo que parecen ser mis ojos. El doctor y los agentes siguen ahí, me miran con lo que parece ser compasión.
—Ha sido una buena cacería—dice el doctor—, cuatro nombres, uno por facción.
Uno de los agentes se rasca la barbilla.
—La Corporación se ha vuelto un peligro—dice buscando la aprobación de su compañero—, tarde o temprano la máquina la rastreará hasta nosotros.
El doctor asiente.
—Sí—dice—, es por eso que limitamos los ataques frontales contra La Colmena. Esta noche irá por un blanco más sencillo.
—Se ve muy agotada—dice el tercer agente—, ¿está seguro que resistirá?
El doctor sonríe. No me gusta su mueca, me da miedo.
—Todo va en la memoria mis amigos, son las cuatro y cuarenta minutos. En veinte minutos su mente se reiniciará. Comenzará su ciclo nuevamente, buscará respuestas de su pasado, eso gatillará sus habilidades y repetiremos, obteniendo nuevos nombres y, si tenemos suerte, ubicaciones.
Uno de los agentes me mira con tristeza.
—Me parece cruel. ¿Por cuanto tiempo repetirá esta operación?
Bellida, neurólogo, pediatra, se alza de hombros antes de hablar:
—Calculamos que los rastreadores pueden vivir conectados entre cuatro y siete años, luego su mente simplemente se pierde.
Se alejan. Yo espero regresar a esa oscuridad que llamo descanso, a esa trampa y muerte pasajera. Pero la niña Sandra no se irá nunca, ella resiste, escondida entre las esquinas de la red, o eso espero, eso quiero creer.
Oscuridad.
Esto se va a tornar interesante.
Estaremos posteando historias, pero de poquito.
Tremendo relato, al fin vemos lo que puede hacer F.I.S.T. hora de empezar a crear teorías.
Muchas gracias! Stay tunned
Gracias por desarrollar este increíble mundo espero poder leer mucho más acerca de la historia de HK. Me gusta la facción abismal y creo que para ellos la oscuridad no es algo malo, como leí una vez en Demian, en la historia de Caín y Abel, había una forma de ver al hermano “asesino” como el bueno de la historia, ya que, fue el hermano valiente, el fuerte y que eso lo llevó a tener una marca que podía considerarse una “distinción” y no un castigo, además, los “errores” te hacen más sabio y fortalecen tu mente. Los seres humanos no somos ni malos ni buenos todo depende del motivo o la justificación para actuar de la manera en que lo hacen o simplemente depende del punto de vista, por ejemplo, hay una razón ecológica y de supervivencia querer hacer perecer a la humanidad, debido a que somos una plaga que no para de contaminar y de destruir el planeta. También me gusta pensar que la “fealdad” de los abismales tiene
mucho sentido, ya que, superficialmente pueden parecer malos para intimidar a sus enemigos pero hasta las bestias más horribles pueden tener aspectos positivos como la lealtad, inteligencia, resiliencia, etc.
Todas las facciones pelean por lo que creen justo, noble y bueno. Solo es cosa de mirarlas bien.
Dios le dijo a Caín que él tiene la capacidad para ser mejor, pero en vez de alcanzar su máximo potencial, Caín optó por asesinar a su hermano.
¿Para qué matarnos a todos cuando podemos seguir mejorando?
Uff, un nuevo equipo se une a la pelea por la evolución.
Esperemos que Sandra encuentre la paz, aunque me gustaría verla interactuando más con las tecnologías corpos, el avatar necesita una hermana ×>×
Muchas gracias por comentar!
Gracias por volver a escribir Humankind, por lejos el mejor juego que he jugado. No solamente por la mecanica que es entretenida, sino por la trama. Yo ya no estoy en edad de jugar, tengo dos cabros chicos, pero sí me compraré la nueva edición y si sacan libros, pues me tendrán.
Elvira, del foro Jes.
Tanto tiempo, bienvenida y siempre hay lugar para volver a jugar.
Increible volver a leer lo que jose luis flowers nos tiene preparado para lo que sigue en el universo de HK.
Estaremos mostrando distintas facetas de esta narrativa, stay tunned.
Que alegría volver a leer de este universo! Quizás podría haber un blog dedicado solo HK para poder encontrar más fácil todo y así seguirlo mejor 🙂
Siempre un agrado leerlo, señor Flores. No tienes idea con cuantas ansias espero el retorno de HK, balance a Radix y Coloso.
Excelente adelanto, como era de esperarse.
Un cariñoso saludo, Mr. Flowers, qué bonito es estar todos de vuelta en esto.