I
Teseo, es uno de los héroes esenciales de la épica helénica. El héroe nació en circunstancias envueltas en misterio y destino. Su historia comienza con el rey Egeo de Atenas, quien, desesperado por un heredero, viajó al Oráculo de Delfos en busca de respuestas. Sin embargo, la respuesta del oráculo fue críptica, dejando a Egeo confuso. En su camino de regreso, Egeo decidió visitar a su viejo amigo Piteo, el rey de Trecén, buscando su consejo.
Piteo, un hombre astuto y versado en la interpretación de los oráculos, comprendió el significado oculto en las palabras del oráculo. Aprovechando la situación, embriagó a Egeo y lo hizo acostarse con su hija, Etra. Esa misma noche, en un acto de destino, Etra fue guiada por la diosa Atenea hasta la costa, donde fue poseída por Poseidón, el dios del mar. Así, Teseo nació con una doble paternidad: hijo tanto de un rey mortal como de un dios inmortal.
Durante su infancia, Teseo creció en Trecén, desconocedor de su verdadero linaje. Egeo, antes de regresar a Atenas, había dejado instrucciones a Etra para que, cuando su hijo fuera lo suficientemente fuerte como para levantar una gran roca bajo la cual había escondido su espada y sandalias, ella lo enviara a Atenas. A la edad de 16 años, Teseo finalmente movió la roca y descubrió los objetos que le revelaron su identidad. Decidió entonces partir hacia Atenas para reclamar su lugar al lado de su padre.
En lugar de tomar el camino seguro por mar, Teseo eligió viajar por tierra, a sabiendas de los peligros que acechaban en el camino. Su viaje se convirtió en una serie de pruebas que demostrarían su valía como héroe. Enfrentó y derrotó a una serie de bandidos y monstruos, cada uno más temible que el anterior.
El primero fue Perifetes, un ladrón que aterrorizaba a los viajeros con su poderoso garrote de bronce. Teseo lo derrotó en combate y tomó su garrote como trofeo. Luego, se encontró con Sinis, conocido como el “doblador de pinos”. Sinis capturaba a los viajeros y los ataba a pinos doblados, que al soltarse los desgarraban. Teseo lo venció utilizando la misma técnica cruel que el bandido empleaba contra sus víctimas.
Su siguiente desafío fue la Cerda de Cromión, una criatura salvaje que sembraba el terror en la región. Teseo la cazó y la mató, liberando a los habitantes de su amenaza. Luego, se enfrentó a Escirón, un bandido que obligaba a los viajeros a lavarle los pies, solo para empujarlos después desde un acantilado hacia el mar, donde una tortuga gigante los devoraba. Teseo lo venció y lo arrojó al mar, sufriendo el mismo destino que él había infligido a tantos otros.
En su viaje, Teseo también se encontró con Cerción, un bandido que desafiaba a los viajeros a luchas mortales. Teseo lo derrotó en combate, probando su superioridad física. Finalmente, se enfrentó a Procrustes, un posadero que ofrecía a sus huéspedes una cama especial, ajustándolos a la fuerza si no encajaban, estirando o cortando sus extremidades. Teseo le hizo probar su propia medicina, ajustándolo a la cama que había sido el fin de tantas vidas inocentes.
Con cada victoria, Teseo se acercaba más a su destino en Atenas, donde su verdadero desafío lo esperaba. Al llegar a la ciudad, fue recibido como un héroe desconocido, pero la situación en el palacio era peligrosa. Egeo, que no reconoció a su hijo, estaba bajo la influencia de Medea, su nueva esposa y poderosa hechicera. Medea, al darse cuenta de la verdadera identidad de Teseo, planeó envenenarlo para proteger a su propio hijo, quien ella esperaba que heredara el trono.
II
Egeo organizó un banquete en honor a Teseo, sin saber que Medea había preparado una copa de vino envenenado para el joven. Justo antes de que Teseo bebiera, Egeo reconoció la espada que el joven llevaba, la misma espada que había dejado bajo la roca en Trecén. Con horror y alegría, detuvo a su hijo, reconociéndolo finalmente como su heredero legítimo. Medea, viendo frustrado su plan, huyó de Atenas, y Teseo fue proclamado como el príncipe de la ciudad.
Pero el destino de Teseo no estaba solo ligado a Atenas. Un nuevo desafío lo esperaba en la isla de Creta, donde cada nueve años Atenas debía enviar siete jóvenes y siete doncellas como tributo al rey Minos. Estos jóvenes eran entregados al Minotauro, una bestia mitad hombre, mitad toro, que habitaba en el intrincado Laberinto construido por Dédalo.
Teseo, decidido a liberar a su ciudad de esta horrible carga, se ofreció como uno de los jóvenes destinados al sacrificio. Antes de partir, prometió a su padre que, si sobrevivía, izaría velas blancas en su barco en lugar de las negras que tradicionalmente se usaban para el viaje de los condenados, como señal de su victoria.
Al llegar a Creta, Teseo fue recibido como un prisionero, pero su apariencia y porte no pasaron desapercibidos para Ariadna, la hija del rey Minos. Ariadna se enamoró de él y decidió ayudarlo a derrotar al Minotauro. Le entregó un ovillo de hilo mágico, instruyéndolo para que lo atara al inicio del Laberinto y lo desenrollara a medida que avanzaba, asegurando así su camino de regreso.
Teseo entró en el Laberinto con valentía. Durante horas, vagó por los oscuros pasillos hasta que finalmente se encontró cara a cara con el Minotauro. La batalla fue feroz, pero con su fuerza y astucia, Teseo logró derrotar a la bestia, dándole muerte con su espada. Siguiendo el hilo de Ariadna, Teseo encontró su camino de regreso a la entrada, donde lo esperaban los otros jóvenes atenienses.
Con el Minotauro muerto, Teseo y los jóvenes atenienses se embarcaron de regreso a Atenas. Ariadna, fiel a su amor, los acompañó. Sin embargo, en la isla de Naxos, Teseo la abandonó. Las razones de su abandono varían: algunos dicen que fue orden divina, mientras que otros creen que fue un simple acto de olvido o desdén, lo cierto es que eventualmente ella se volvería consorte de Dionisio.
A medida que el barco de Teseo se acercaba a Atenas, el joven héroe, agotado por sus aventuras, olvidó cambiar las velas negras por las blancas como había prometido. Egeo, observando desde lo alto de una torre, vio las velas negras y, creyendo que su hijo había perecido, se lanzó al mar en su desesperación, dando su nombre al mar Egeo.
Teseo regresó a una ciudad en luto, pero su retorno como héroe fue la base de su ascenso al trono.
III
Teseo y Pirítoo fueron amigos inseparables y participaron juntos en hazañas bélicas de su época: se embarcaron en la expedición de los Argonautas para conquistar el Vellocino de oro y tomaron parte en la caza del jabalí de Calidón; también estuvieron en la lucha de los lápitas contra los centauros, que tuvo lugar en la boda de Pirítoo, cuando los ebrios centauros decidieron raptar a las mujeres.
El vínculo entre Teseo y Piritoo los llevó a emprender aventuras cada vez más audaces. En un momento de ambición y desafío a los dioses, ambos decidieron que sus esposas debían ser hijas de Zeus, el rey de los dioses. Teseo eligió a Helena, la hija de Zeus y Leda, que en ese momento solo era una joven de extraordinaria belleza. Con la ayuda de Piritoo, Teseo raptó a Helena y la llevó a Atenas, donde la escondió mientras decidían qué hacer con ella.
Sin embargo, sabiendo que Helena era demasiado joven para casarse, Teseo y Piritoo decidieron dejarla al cuidado de Etra, la madre de Teseo, mientras continuaban con su siguiente aventura. Este acto, aunque osado, desató una cadena de eventos que eventualmente conduciría a la famosa Guerra de Troya, ya que Helena más tarde sería raptada nuevamente por París, el príncipe de Troya.
No satisfechos con el rapto de Helena, Piritoo decidió que su propia esposa debía ser nada menos que Perséfone, la reina del Inframundo y esposa de Hades. A pesar de las advertencias, Teseo, fiel a su amigo, accedió a acompañarlo en esta peligrosa misión. Juntos descendieron al Hades, el reino de los muertos.
Al llegar, Hades los recibió con una falsa hospitalidad, invitándolos a sentarse en un trono en su palacio. Sin embargo, tan pronto como lo hicieron, se encontraron atrapados en las sillas del olvido, asientos mágicos que los inmovilizaron y los dejaron a merced del dios del inframundo. Hades, indignado por su atrevimiento, los condenó a permanecer allí para siempre.
El destino de Teseo y Piritoo parecía sellado, hasta que Heracles, en su viaje al Inframundo durante su Duodécimo Trabajo, se encontró con ellos. Heracles logró liberar a Teseo, pero cuando intentó hacer lo mismo con Piritoo, la tierra tembló, indicando que Piritoo debía permanecer en el Inframundo como castigo por su impía ambición.
Liberado por Heracles, Teseo regresó a Atenas, pero encontró su reino en desorden. Durante su ausencia, Castor y Pólux, los hermanos de Helena, habían invadido Atenas y la habían rescatado, llevándose también a Etra como prisionera. Teseo, despojado de su aliado más cercano y con su reputación dañada, encontró su ciudad en revuelta.
Finalmente, el destino de Teseo terminó trágicamente. Fue desterrado de Atenas y buscó refugio en la isla de Esciros, donde el rey Licomedes, temeroso del poder y la fama del héroe, lo arrojó desde un acantilado, poniendo fin a la vida del gran héroe ateniense.