I
Abracemos la palabra nada, pues eso es lo único que había antes del del comienzo: nada, ni tierra, ni cielo, ni estrellas, ni firmamento, sino únicamente un mundo nebuloso, impreciso y amorfo, y un mundo de fuego, que no dejaba de arder. Al norte se extendía el mundo de nieblas, Niflheim, donde once ríos venenosos fluían a través de la bruma, procedentes todos ellos de la misma fuente central: la rugiente espiral llamada Hvergelmir.
Se dice que Niflheim era más frío que el frío mismo, y la turbia neblina que lo impregnaba todo era pesada y glutinosa. La niebla ocultaba el cielo y envolvía la tierra en una bruma gélida.
Al sur se hallaba Muspell, donde todo era fuego. Allí todas las cosas resplandecían y ardían. La luz de Muspell contrastaba con la oscuridad de Niflheim, y su lava fundida, con la neblina del reino neblinoso.
El suelo ardía con el calor abrasador del fuego de una fragua. No había tierra sólida ni cielo, sino únicamente centellas y lenguas de fuego, rocas fundidas y brasas candentes. En Muspell, al borde de las llamas, en el lugar donde arde la niebla y se convierte en luz, allí donde acaba la tierra, estaba el demonio Surtr, que ya existía antes que los dioses. Y allí sigue todavía. Empuña una espada flamígera y no diferencia entre la lava bullente y la bruma glacial.
Allí donde el hielo y el fuego se encontraron, el hielo se fundió, y del agua de la fusión surgió vida: un ser más grande que todos los mundos y más enorme que cualquier gigante que haya existido o pueda existir jamás. Junto a él surgió la vaca cósmica llamada Auðumbla, Ymir se alimentó de los cuatro ríos de leche que surgieron de este increíble animal.
La solitaria criatura se alimentaba lamiendo bloques de hielo salados, de tanto lamer el hielo se produjo una reacción mágica, de la cual surgió el cuerpo de un hombre llamado Buri, el progenitor de los dioses.
Ymir se echó a dormir y, mientras descansaba, nacieron de su cuerpo un centenar de gigantes, los que honrarían el nombre de su padre forjando una estirpe orgullosa y violenta. Pero más seres estarían por venir, pues de las axilas de Ymir nacerían un hombre, y una mujer. Además de criatura de seis cabezas que nacería de sus piernas.
Buri tomó una esposa entre los gigantes y tuvo con ella un hijo, al que llamó Bor. Bor a se casó con Bestla, hija de un gigante. Tres vástagos nacieron de esa unión: los poderosos y rebeldes Odín, Vili y Ve.
II
Los poderosos hijos de Bor, crecieron y se hicieron aún más fuertes. Mientras crecían, veían a lo lejos las llamas de Muspell y las tinieblas de Niflheim, dos grandes amenazas que podrían acabar fácilmente con ellos, además se aburrían, el Ginnungagap, aquel pequeño reino donde vivían, no era suficiente para contenerlos.
Recordemos que en torno a ellos no había mar, ni arena, ni hierba, ni rocas, ni suelo, ni árboles, ni cielo, ni estrellas. Aquel abismo no estaba en ningún sitio. Era únicamente un espacio vacío, a la espera de que la vida y la existencia lo llenaran. Fue entonces cuando Odín y sus hermanos soñaron el universo, la vida y el futuro. Odín, Vili y Ve entraron en acción y mataron al gran gigante Ymir.
Según algunos mitos, la sangre derramada por sus heridas ahogó la raza de los gigantes. El gigante Bergelmir y su esposa habrían sobrevivido, para luego fundar una nueva raza de gigantes.
Odín y sus hermanos fabricaron la tierra con la carne de Ymir, y con sus huesos apilados formaron las montañas y los acantilados. Los mares que rodean los mundos son la sangre y el sudor de Ymir. Con los dientes fragmentados se hicieron las piedras, del pelo crecieron árboles y los gusanos de su carne formaron la raza de los enanos.
Los dioses pusieron su cráneo sobre el Ginnungagap y crearon el cielo, sostenido por cuatro enanos: Norðri, Suðri, Austri y Vestri. Odín creó los vientos colocando a uno de los hijos de Bergelmir, con la forma de un águila, al final de la tierra. Luego arrojó el cerebro de Ymir al viento y este se convirtió en las nubes.
Más tarde se dieron cuenta de la soledad tremenda en que estaba aquel mundo, así que con trozos de madera devueltos por el mar hicieron a los mortales. Siendo Ask el primero hombre y Embla la primera mujer.
Para mantener a raya a los gigantes, Odín, Vili y Ve construyeron una muralla con las pestañas de Ymir en torno a la región central del mundo. Al lugar delimitado por el muro lo llamaron Midgard.
Los dejo con un pequeño spoiler de Valhalla y nos leemos en un próximo blog revisitando la mitología nórdica.