Si no has visto en que va esta serie, pues chequea el link para ver el episodio anterior:
https://blog.myl.cl/la-caida-del-reino-despertar-i/
Fergus miró más allá de la las murallas y pudo ver una nube de polvo inmensa, anuncio de que las sombras aún no se rendían. Luego miró a sus aliados, los caballeros, habían combatido con honor y ferocidad, pero ya estaban sufriendo algo peor que la simple fatiga del cuerpo: la desesperación moral.
Un grito dracónico se escuchó al otro lado del campo de batalla, algo pareció explotar, de la nube surgió un dragón rojo enorme, sobre él Merlín que regresaba a la trinchera. La bestia se posó cerca del guerrero, y lo miró.
—Esto no tiene final—dijo Fergus desesperanzado.
—Los dioses siguen luchando su guerra—dijo el dragón—, los buenos, los malos y los otros. Y estarán así por una eternidad.
Aquella cosa hablaba, pensó, debía de estar sorprendido, pero ya había visto muchas cosas nuevas, cosas que daban vuelta su mundo. Además había un dolor que torturaba su cabeza, el feroz guerrero sentía que había fracasado en socorrer a Titania, y ahora tenía que esperar pasivamente el resultado de la guerra de los seres divino.
—Debe de haber otra forma—dijo Fergus casi en un susurro.
—La hay—dijo Merlín interrumpiendo el dialogó—, es arriesgado, pero se puede hacer. Los dioses destruirán este mundo, a menos que se restablezca el equilibrio que Hades rompió.
—Daana—susurró el dragón.
El mago asintió con la cabeza. Cualquiera que fuese el plan, Fergus diría que sí, de manera que no se acobardó cuando vio que Morgana convocó la magia amatista del reino sombrío, ni cuando el dragón convocó a las fuerzas escarlatas, ni cuando Saint Germain levantó una estructura forjada en extraños números y letras. Solo cuando el mago más grande de todos puso el componente vivo su corazón dio un salto.
—El portal lleva directamente al reino de la Madre Araña—dijo el hechicero—, la devoradora de dioses, si Daana vive, tendremos oportunidad, de lo contrario, seremos aplastados entre las grandes manos de los dioses.
El portal susurraba nombres y pequeñas palabras en idiomas que ninguno de los oyentes podía desentrañar. Aquel puente entre dimensiones no hacia promesas, y sí arrojaba muchas dudas.
—La Madre Araña no debería existir—dijo Morgana—, es un ser fuera del plano material, un error en el Dominio, si quieres echar pie atrás nadie te criticará…
Fergus la miró de reojo, conocía los juegos del miedo y él no se podía entregar a ellos.
—Yo no sé hacer eso.
Esa fue su única respuesta mientras se entregaba a lo incierto.
Fuera del Dominio, lejos del plano material, Fergus solo encontró un gran vacío, pero este había sido infectado por el caos. Telarañas cruzaban aquel reino imposible, pero el guerrero no tenía tiempo de pensar, de manera que se arrojó a recorrer aquella maraña. Habían pequeños cadáveres aquí y allá. Dioses, se adivinaba por la energía que desprendían, esperaba que fuese tarde para Daana, madre de los dioses.
Un zumbido llenó los oídos del campeón, sobre él se venían insectos o algo que parecían serlo. Debió resistir para no caer al vacío, se movió veloz pero con cuidado, tratando de asegurar sus botas.
Aunque no conocía a todos los dioses caídos en aquella yerma devastación, si entendía las implicancias de asesinar a una deidad y el vacío que esto creaba en el telar de la realidad.
Después de un par de horas de andar encontró un nodo de energía, lo que parecía ser el centro mismo de aquella dimensión. Aquella era energía de las deidades que habían perecido en sus manos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz pudo ver la forma completa de aquel horror.
—No hay dios que pueda vencerme—dijo mirando al pequeño humano—, muchos han venido, ninguno ha salido.
—Yo no soy un dios.
—Así es, eres un pequeño humano y solitario humano.
—Yo soy Fergus mac Róich, hijo de gran semental, campeón del Ultster y portador de la espada Caladbolg… nunca estoy solo.
Cerró los ojos y dejó que su cuerpo fuera tomado por la fuerza de Lugh, la energía del dios podría haberlo destruido, pero resistió lo suficiente como para darle una única estocada a la Madre Araña. Es verdad, ningún dios podía herirla, pero los brazos y piernas de un humano usando la fuerza de un dios era otra historia.
Sintió una explosión a su costado, era aquella misma pequeña dimensión la que colapsada. Lo siguiente que vio fueron formas gigantes e imprecisas. ¿Podrían ser los mismos dioses?
Gracias por acompañarnos una vez más en otro emocionante capitulo de este relato. Como pequeño regalo, les dejamos las cartas asociadas a esta parte de la historia. ¡Nos leemos pronto!