En lo profundo del pensamiento, yace aquel instinto antiguo, que nos recuerda nuestro lugar, en el gran orden de las cosas. Un miedo natural, un alarido de terror, que nos intenta alejar de los peligros. Mas esas voces de advertencia, se vuelven susurros casi acallados, cuando son reemplazados por la voluntad, de aquellos que estuvieron antes. Los que forjaron los horrores en las estrellas, los que no conocen limites entre mundos, los que responden a las invocaciones, los que dejarán todo en la sombra del horror. Este es el legado de los Antiguos.
Con estas palabras, os damos la bienvenida a una nueva instancia cultural, donde el horror y sus adláteres, se consolidan como grandes protagonistas. Hemos visto hasta ahora, lo asombroso que es el relato del terror, de la mano de uno de sus exponentes más insignes, Lovecraft. Ya sea bajo la noche en las remotas colinas de Dark Mountain, o con el miedo presente en todo momento, luchando en la infame Dunwich, la Oscuridad siempre se consolida como inspiración principal. En dichos relatos, son los Antiguos quienes se alzan como grandes personajes, quienes son capaces de doblegar a cualquiera, gracias a sus grandes poderes. En esta ocasión, te llevaré en una odisea, para conocer al ultimo, y más conocido de ellos. Un recorrido funesto, que puede romper y doblegar, a quienes no están a la altura de su presencia.
La invitación esta hecha. Solo resta esperar, las voces de la locura, el susurro que emana de la oscuridad, la Llamada de Cthulhu.
Un legado de horror
En lo más profundo de los pensamientos, habitan los instintos primitivos que nos advierten del peligro, apenas éste se encuentre frente a nosotros. Si dicho ápice de sentido común me hubiese puesto sobre aviso antes, quizás no hubiese acabado condenando mi razón, a una vorágine de horror y locura.
Mi pesadilla inicio el día que mi tío, George Angell, dejo este mundo. Era un profesor de lingüística, en una universidad de excelencia, donde solía investigar sucesos paranormales, vinculados a las anomalías de la neurociencia, y conductas de las personas.
Cuando supe de que mi tío estaba en sus últimos momentos, fui en su busca para acompañarle en su lecho final. Él no era hombre de muchas palabras, aunque yo sabía con claridad, cuando algo lo afectaba con fuerza.
Antes de morir, me confió a modo de herencia, el fruto de sus trabajos e investigaciones más recientes. Ignoraba la naturaleza de esos escritos, aunque mi intuición me daba indicios, de que algo peculiar había en su contenido. Después de fallecer mi querido tío, con un disimulada resiliencia, traje a mi despacho, el baúl con los documentos que habían significado el fruto de su esfuerzo.
Conforme revisaba los papeles que mi tío me había dejado, más me daba cuenta del enfoque que tenía el trabajo de su vida. Esperaba encontrar apuntes sobre su disciplina o estudios, que por lo general, no eran de mi interés. En su lugar, halle escritos sobre culturas paganas, ritos ancestrales, e incluso noticias en periódicos sobre desapariciones. Nada de esto, estaba dentro de lo que conocía de mi tío Angell.
Mientras revisaba los documentos, mi atención se desvió hacia una peculiar pieza de arte que estaba entre ellos. Habrán pasado días desde que la vi por primera vez, pero la recuerdo con claridad. Era una tablilla de arcilla, aunque los motivos artísticos que en ella estaban, no se parecían a nada que había visto antes. Hecha en un aparente bajo relieve, se veía la imagen de una suerte de calamar, que emergía de las aguas, con su mirada fija en mí. Debajo de él, rezaba el siguiente texto, cuyo significado jamás pude entender:
Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn
No me extrañaría que mi tío tuviese interés en un objeto como este, pues ese texto no me recordaba a nada de este mundo. De todas maneras, quise dar rienda suelta a mi curiosidad, y seguí investigando los escritos. No pasaron muchos minutos, hasta que encontré un registro a modo de apunte, que había hecho mi tío sobre un estudiante de arte, llamado Henry Wilcox.
El horror acechante
Por lo que pude averiguar, mi tío estaba realizando estudios sobre neurociencia, específicamente sobre desordenes de conducta. Según los escritos sobre sus sesiones con Wilcox, el estudiante sufría insomnio crónico, así como cuadros recurrentes de alteración psíquica. Si bien podría verse como un posible cuadro de neurosis, el trasfondo de los tormentos del artista, iba más allá.
El dia que tuvieron su primera sesión para hablar de estos problemas, Wilcox había llevado la tablilla de arcilla, aludiendo que esta representaba la identidad de la entidad que lo atormentaba con frecuencia. Estando un poco más tranquilo en compañía de mi tío, Wilcox le narro los sueños que había tenido las últimas semanas, con una claridad tan nítida, que eran motivo de asombro.
El artista describió que se veía en medio de una ciudad desierta, donde su arquitectura y ambiente, eran completamente abstractas, carentes de forma o sentido. En este sueño, menciono que constantemente oía los gritos de gente atormentada, en medio de un lugar que intentaba constantemente desviar su mente, hacia la locura.
A medida que Wilcox narraba los detalles de sus sueños, mi tío Angell fue notando el daño que habían dejado en su mente esas visiones de verdadero horror. Si bien el ritmo de su relato era cada vez más temeroso, aún mantenía la cordura para entregar detalles específicos sobre sus amargas experiencias oníricas.
En los últimos días previos a su entrevista con mi tío, Wilcox logro entrever un poco sobre los sueños que había tenido. Dijo que el lugar donde solía verse en sus sueños, recibía el nombre de R’lyeh, y que era una ciudadela de tiempos antiguos, oculta ahora en algún del Pacifico Sur. Entendiendo que esta ciudad no estaba en ningún mapa, mi tío Angell quiso saber un poco más sobre el tema. Por desgracia, la integridad mental de su suerte de paciente, apenas le permitía obtener información importante.
Estando al borde del llanto, y de perder su integridad, Wilcox opto por retirarse, sin antes mencionarle a mi tío, que esta ciudad había emergido de las profundidades. Lo último que le dijo, era que R’lyeh encerraba un antiguo y poderoso mal, que jamás debía ser liberado, pues de hacerlo, significaría la perdición de toda la humanidad.
La Cofradía de los Antiguos
Los escritos sobre Wilcox, me habían dejado pasmado profundamente. El intentar imaginarme el infierno que esta persona vivió, aun ahora, es algo que me deja perplejo. Conforme fui avanzando con mi revisión de los textos, pude darme cuenta que los sueños del artista, serian información crucial, para poder entender el trabajo de mi tío.
Horas más tarde, encontré un compilado de apuntes y registros, que hacían mención a una reunión que tuve en la sociedad de Antropología, de la universidad donde trabajaba mi tío. El motivo de la reunión, era abordar los pormenores de una secta pagana, que realizaba cultos por las noches, a un dios antiguo. Esta deidad, se veía reflejada en una estatuilla, que para mí horror, era de aspecto similar a la que vi en la tablilla de Wilcox. El inspector Legrasse, que estaba a cargo de la investigación de estos macabros hechos, trajo a esa reunión la estatuilla, diciendo que la había confiscado a un culto que tuvo lugar días antes.
Según los escritos de mi tío, Legrasse investigaba días atrás, misteriosas desapariciones, que tenían lugar cerca del lugar del culto. Para cuando logro dar con los responsables, los siguió de encubierto, para enterarse, la naturaleza de los rituales que se hacían.
Mientras Legrasse veía el rito desde una distancia segura, bajo el abrigo de la noche, y sin ser visto por los cultistas, pudo comprobar que el contexto de esas prácticas, escapaba a toda lógica conocida. Los sujetos pronunciaban canticos apenas distinguibles, donde la misteriosa estatuilla estaba en el centro de sus cultos. Según los dichos de Legrasse, los hombres de aquella cofradía se referían a su dios como Cthulhu, el grande.
Conforme este ritual proseguía, Legrasse pudo descubrir que fue de las personas desaparecidas. Habían sido secuestradas por este culto macabro, para ser sacrificadas a este dios arcano. Si bien pudo prevenir un desenlace atroz para las personas cautivas, el avezado inspector quiso averiguar un poco más sobre los motivos de este culto.
Interrogo a uno de los cultistas arrestados, acerca de este extraño culto. Solo balbuceos en lengua extraña, fue lo que obtuvo con su interrogatorio. Cuando creyó que no lograría nada más con sus esfuerzos, el cultista le dirigió unas palabras, con una expresión de euforia en su rostro, que dejaron frio al inspector:
“No está muerto quien yace eternamente. Y aun con el paso de extraños eones, hasta la muerte puede morir”
La ascensión de Cthulhu
Llegado a este punto, pude darme cuenta que el foco de la investigación de mi tío Angell, no era para nada científico. Conforme leía sus apuntes, entendía que tanto él como yo, no éramos los únicos que tenían interés por desvelar los secretos de la secta, conocida como el “Culto de los Antiguos”. Mucha gente investigaba estos sucesos tétricos, aunque varias de ellas desaparecieron en extrañas circunstancias. Un funesto presagio, de lo que me esperaba.
El siguiente archivo que encontré, hablaba sobre una expedición náutica en el Pacifico Sur, donde incluía un incidente fatal relacionado con el buque Alert. Poco describían estos documentos al respecto, excepto que había un superviviente de aquella embarcación, de nombre Gustaf Johansen.
Quise averiguar sobre la suerte del marinero, cosa que me llevo a Australia, donde se hallaron los restos de un naufragio, que tenían relación con el accidente del Alert. Al investigar con detalle en su interior, pude encontrar otra estatuilla, de alarmante parecido a la que narro Legrasse, y la tablilla de Wilcox. Estos hallazgos, y algo de suerte buscando información, llevaron mis pasos a Noruega, donde halle pistas sobre de Johansen.
Para mi mala suerte, el pobre Johansen había muerto, a manos de un par de marineros indígenas. Por lo que pude inferir, este incidente no era para nada cuestión del azar. Johansen sabía algo, y por lo visto, era demasiado como para permitirle seguir vivo.
La fortuna se acordó de mí por una vez, al saber que la viuda de Johansen, tenía en su poder unos manuscritos sobre la travesía del Alert, hechos por su marido. En ellos, pude enterarme que la tripulación del desafortunado barco enfrento muchos vendavales, antes de tocar tierra firme. Al lograr desembarcar, los tripulantes notaron que el lugar donde estaban, no se parecía a nada que hubiesen visto antes. Es aquí, donde las visiones aciagas de Wilcox, pasaron del plano de la fantasía, a una aterradora realidad. Habían llegado a la ciudad de R’lyeh, y al hacerlo, habían sellado su destino, así como el de toda la Tierra.
Conforme avanzaban en la inhóspita ciudadela, poco a poco notaron que no eran los únicos allí. Como si fuese fruto del estruendo que dio inicio a todo en el universo, una gran sacudida de la tierra derrumbo los cimientos de lo que veían a su alrededor, alzándose entre los escombros, un gigante de aterrador aspecto. Había emergido Cthulhu, y con él, el regreso de una época de horror y locura, para la humanidad.
Un legado de oscuridad
Lo último que pude descifrar al respecto, era que el pobre Johansen, junto con un joven marinero, eran los únicos que pudieron escapar de este desafortunado incidente. Ahora, ambos estaban muertos, pues su conocimiento y suerte respecto a Cthulhu y sus sectarios, eran algo que no podía permitirse el Culto de los Antiguos.
Conforme voy acabando de leer los últimos registros de mi tío, puedo darme cuenta que todas las personas que se enteraron de la secta de Cthulhu, han perecido en sospechosos “accidentes”. Mientras más se acercaron a la verdad de tantos sucesos misteriosos, más motivos dieron esas personas, para que la muerte les alcanzase. Ahora, solo quedo yo.
Cada instante que pasa, es una oportunidad que Cthulhu usa para restar fuerza a mi mente. Un día, será tanta la oscuridad en mis pensamientos, que solo podre oír la voz susurrante del Caido, sellando mi destino.
Los secretos que has aprendido... Los males que has conocido... Los rituales que has desvelado... …te han traído hasta este punto. Ahora, ya no hay marcha atrás. Todo rastro de cordura en tu ser, se perderá en un vago recuerdo, de aquello que fuiste alguna vez. …una persona.