Marte era el dios romano de la guerra y el señor del hierro. Los romanos lo representaban vestido con coraza y coronado por un casco, listo para la batalla. Sus atributos eran la lanza, la espada y el escudo. Solían acompañarlo animales como el caballo, el lobo, el perro o el buitre.
Era hijo de Juno, reina de los dioses. Era un dios muy importante para los romanos, por varios motivos. Al ser el dios de la guerra, los romanos le pedían ayuda cuando entraban en batalla para conquistar nuevos pueblos. Marte, además, tuvo un romance con una humana, Rea Silvia, y de esa relación nacieron Rómulo y Remo, fundadores de Roma.
El mes de marzo estaba dedicado a Marte, porque anunciaba el renacer de la naturaleza y la nueva temporada de guerras y campañas militares. En su honor se hacían sacrificios y carreras de caballos y cuadrigas.
Es verdad que bajo la influencia de la cultura griega, Marte fue identificado con el dios griego Ares, cuyos mitos fueron reinterpretados en la literatura y el arte romanos bajo el nombre de Marte. El carácter y la dignidad de Marte diferían en aspectos fundamentales de los de su homólogo griego, a quien a menudo se trata con desprecio y repugnancia en la literatura griega.
Se suponía que el altar de Marte en el Campo de Marte, el área de Roma que tomó su nombre de él, fue dedicado por Numa, el semilegendario segundo rey de Roma amante de la paz; en la época republicana fue foco de actividades electorales. Augusto cambió el enfoque del culto a Marte dentro del pomerium (el límite ritual de Roma) y construyó un templo a Marte Ultor como una característica religiosa clave de su nuevo foro.
A diferencia de Ares, que era visto principalmente como una fuerza destructiva y desestabilizadora, Marte representaba el poder militar como una forma de asegurar la paz y era un padre (pater) del pueblo romano.
La virilidad como una especie de fuerza vital (vis) o virtud (virtus) es una característica esencial de Marte. Como guardián agrícola, dirige sus energías hacia la creación de condiciones que permitan el crecimiento de los cultivos, lo que puede incluir protegerse de las fuerzas hostiles de la naturaleza.
Parece que Marte fue originalmente una deidad del trueno o tormenta, lo que explica algunos de sus rasgos mixtos con respecto a la fertilidad. Este papel fue asumido más tarde en el panteón romano por varios otros dioses, como Summanus o Júpiter.
En la religión romana clásica, se invocaba a Marte con varios títulos, y el primer emperador romano Augusto integró completamente a Marte en el culto imperial. El historiador latino del siglo IV Ammianus Marcellinus trata a Marte como una de varias deidades romanas clásicas que siguieron siendo “realidades de culto” hasta su propio tiempo.
Marte, y específicamente Marte Ultor, estuvo entre los dioses que recibieron sacrificios de Juliano, el único emperador que rechazó el cristianismo después de la conversión de Constantino I. En 363 d.C., en preparación para el asedio de Ctesifonte, Juliano sacrificó diez toros “muy buenos”. a Marte Ultor. El décimo toro violó el protocolo ritual al intentar liberarse y, cuando fue asesinado y examinado, produjo malos augurios, entre los muchos que se leyeron al final del reinado de Juliano.
Ammianus nos cuenta Juliano juró no volver a hacer un sacrificio a Marte nunca más, un voto que cumplió con su muerte un mes después.