Charlando con mi demonio.
por Roh de Valdivia.
En el transcurso de nuestra vida, hemos de enfrentar nuestros demonios internos, decidir entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, entre la razón y la locura. La mayoría busca la forma de borrarlos para restaurar su paz interna que fue perturbada, otros pierden la batalla y se sumergen en las sombras. En mi caso, logré exterminarlos a todos, menos a uno, aquel que ha sido parte de mi existencia desde que puedo razonar, aquel que piensa y dice todo lo que mi cordura prohíbe, ese demonio que al exterminarlo dejaría de ser quien soy.
Pactamos un acuerdo: Mientras no me atormente, yo no lo expulsaré. Esta decisión me ha mantenido encerrado hace largos años en el psiquiátrico.
— Buenas noches, Leonardo, vengo a inyectarle antes de que se duerma — Era la enfermera del turno, su nombre era Katrina, es la única que no me teme y por eso la envían.
— Qué novedad, tú de nuevo, ¿no te aburres verme todos los días?, digo, la monotonía enloquece, sino mírame a mí–. En mis días de cordura siempre la ironía fue parte de mi ser, creo que es lo único que conservo de mi antigua vida antes de llegar a mi jaula blanca (así llamo a mi habitación).
Vamos, es tu momento, hazla tuya, elimínala y luego huye, todos duermen.
— No intervengas cuando no te he llamado, Antares, no es el momento.
Eres un cobarde, un mortal sin fuerzas, por eso llegaste a esta jaula sin vida, el mundo nos espera.
— ¿Cobarde yo? Te recuerdo que esto fue un acuerdo, o me encerraban o tú te ibas, ahora guarda silencio y sigamos con el ritual de los fármacos.
La enfermera intervino con una pregunta:
–Leonardo… ¿escuchas voces nuevamente? — La angustia y lástima que sentía Katrina en ese momento se reflejaba en su rostro, una mirada resignada, desolada, sin esperanzas.
— Para nada, solo las suficientes para seguir encerrado.
— Bueno… permíteme tu brazo para administrar la droga.
Podré no alimentarme, gritar sin que nadie me escuche y caer en el océano de mis lagrimas hasta que Morfeo llegue a mi socorro y dormirme con una sonrisa retorcida, pero el fármaco es sagrado.
¡Idiota! Esta distraída, es nuestro momento, salgamos de este Hades y seamos libres.
Antares insistía, al parecer los demonios también pierden la razón.
–¡No me atormentes cuando no te llamo! — Sudaba, la sangre hervía y mis manos comenzaban a lanzar lo primero que tenían a su alcance, comenzaba a perder la cordura…nuevamente.
Vamos, sigue, expulsa la razón y así quedaremos tú y yo.
A mayor descontrol de mi ser, Antares se nutría y crecía.
–¡Tú estás loco! ¡Estamos encerrados por tu culpa y no mía!
Antes que el caos reinara nuevamente en mi habitación, Katrina termino su labor, inyecto mi fármaco y en un segundo todo fue silencio, la velada ha concluido.