El Zumbido
por Viktor Poelove
Hace unos días, llego al hospital una paciente cubierta de sangre en sus manos, con una expresión en evidente estado de shock. Venia escoltada por policías, quienes me dieron la instrucción de vigilarla, debido a que al ser detenida, intento suicidarse con un arma blanca. Me dijeron también, que por ningún motivo se debía marchar, pues esta mujer, era parte de una investigación, por presunta desgracia que involucraba la desaparición de una niña. Antes que se fueran los dos oficiales, la mujer empezó a forcejear y a gritar. Solo usando un sedante, pude calmara, hasta el punto de hacer que cayera dormida.
Me tocaba el turno nocturno, aunque por esta vez, me limitaría a ver a una sola paciente. Las primeras cinco horas, todo estaba en calma. Después de beber un café para soportar la noche, fui a ver a mi paciente. Grande fue mi asombro, cuando la vi de costado en su cama, respirando rápidamente, y con su rostro en evidente expresión de miedo. Me le acerque para saber que le ocurría. Al notar mi presencia, la mujer me pidió que la ayudara. Dijo que estaba desesperada, pues oía un zumbido mientras dormía. Me pareció extraño que dijera eso, pues estaba sola, en un lugar totalmente calmo, por lo que al oírla decir eso, empecé a sospechar sobre si ella padecía alguna enfermedad mental.
Le dije que la ayudaría con su problema, siempre que dijera lo que necesitaba saber la policía. Ella acepto al instante. Le pregunte sin rodeos, que sabía ella de la niña desaparecida. Dijo que no sabía nada. Según ella, la policía la acosaba desde hace varios días, y que por su bienestar, así como el de su hija, se tuvieron que esconder en el interior de su casa. Al saber esto, me retire de ahí, y me comunique con los policías, para darles a conocer lo que había averiguado.
No pasaron 10 minutos, cuando escuche un grito ensordecedor, que provenía de la sala donde estaba mi extraña paciente. La encontré llorando, retorciéndose sobre la cama, como si la quemaran por dentro. Trate de calmarla, pero fue inútil. Al notar que era yo, la mujer me pidió ayuda de nuevo, diciéndome que el zumbido le retumbaba en la cabeza. Le pregunte si había algo que pudiese hacer por ella. Me pidió que le trajera a su hija, que estaba escondida en el sótano de su casa. En el acto, salí de la sala, y llame a los oficiales, para que fuesen a buscar a su hija.
Pasados treinta minutos, los oficiales me llamaron, informándome que encontraron el cuerpo de la niña desaparecida, degollada. Saliendo del impacto inicial, les pregunte sobre la hija de la paciente, a lo que ellos respondieron, que ella nunca tuvo hijos. Al volver con la mujer, solo encontré de ella, su cuerpo sin vida, con una jeringa clavada al cuello. Un final funesto, para quien recibió como castigo por tan horrendo crimen, los gritos de su joven víctima, hechos zumbidos.