Tras muchos conflictos, Escocia volvía a conocer la esperanza de ser libre otra vez. Cada triunfo, era el bramido de toda una nación, por romper sus ataduras del yugo ingles. Por desgracia, muchas son las formas para opacar una campaña exitosa, algo que no fue la excepción en esta historia. Solo la traición lograría acabar con la vida de grandes lideres, mas no con su leyenda.
Con estas palabras, os damos la bienvenida, querido público, al ultimo de los artículos de esta historia, sobre las Guerras de Independencia de Escocia. Hasta el momento, hemos visto los diversos matices que rodean al conflicto, que enfrascaron a ingleses y escoceses. Hasta el momento, William Wallace y sus valientes tropas han sabido imponerse a las tropas del rey Eduardo I de Inglaterra, quien harto de saber de las victorias escocesas, ha optado por tomar cartas en el asunto personalmente.
Guerreras y Guerreros, de todos los rincones de esta tierra, con ustedes dejamos el desenlace de esta historia, donde esta en juego, la mismísima libertad de las Tierras Altas de Escocia.
La Batalla de Falkirk
La única manera de poder medirse en contra de las tropas de Eduardo el Zanquilargo, era poder reunir la mayor cantidad de tropas leales a la causa escocesa. Pues como verás, no toda la gente en las Tierras Altas tenia interés en una Escocia libre. Leíste bien, ya que varios nobles preferían extender sus dominios en los diversos clanes o territorios, en base al beneplácito y concesiones que eran otorgados “legítimamente” por el gobierno presente hasta ese entonces, es decir, Inglaterra. Básicamente, los nobles escoceses estarían dispuestos a traicionar la causa del pais, a cambio de poder y tierras para si mismos.
Las continuas divisiones entre los lideres escoceses, iban rompiendo la unidad poco a poco de sus fuerzas. Esta desconfianza entre gentes, acabaria por sembrar la discordia y la desconfianza, lo que pesaría bastante en su siguiente enfrentamiento en Falkirk. Confiados en su estratagema exitosa de Stirling, Wallace dispuso a sus tropas una preparación similar para detener a la caballeria inglesa.
Usando lanzas de casi dos metros de extensión capaces de aniquilar cualquier carga, se desplegaron los llamados Schiltroms, una suerte de lanceros de primera linea. El primer ataque ingles fue fácilmente detenido por las largas astas, aunque a costa de un gran precio. Intimidados por el imponente galope de los caballeros ingleses, la caballería escocesa, se retiro en desbandada, traicionando a sus compañeros del frente.
Conforme el combate avanzaba, los intrépidos escoceses apenas podían mantener la presión de la batalla. No fue hasta que fueron rodeados por las tropas inglesas en la batalla, cuando su destino fue sellado. Estando tan amontonados entre si, los guerreros escoceses eran un blanco fácil para los temibles arqueros galeses del rey Eduardo. Fue cuestión de segundos, para que una lluvia de flechas, acabara con las esperanzas de victoria de los valientes guerreros escoceses.
Wallace logro salir ileso de la batalla, y de los posteriores intentos de lograr su captura. Esta derrota, haría que su puesto como Guardian de Escocia, fuese entregado a Robert Bruce, quien en paralelo, proseguiría con sus intentos por alcanzar la corona escocesa. Desde luego, ello no seria una tarea facil.
Todo por la corona
Junto con Bruce, estaba John Comyn, un poderoso noble escoces, que había tenido un gran protagonismo enfrentando a los ejércitos del rey Eduardo. Este noble, tenia influencias en ambos lados del tablero que dividía Escocia de Inglaterra, junto con poseer parentesco en calidad de sobrino de John Balliol, monarca en exilio, para ese entonces.
En un intento por reducir las asperezas entre ambos, Bruce invito a Comyn a dialogar sobre los “distanciamientos” que había entre ellos. Nada hacia presagiar, que esa promesa de paz, era el pretexto perfecto de un hombre ambicioso de poder, que de noble, solo tenia el titulo que le correspondía por herencia. En cuestión de minutos, el aire de reconciliación, fue ennegrecido por un ataque a traición, que casi le cuesta la vida a Comyn. Si bien logro salvar apenas de esa emboscada, los secuaces de Bruce volverían al saber de la suerte de su victima, para concluir su funesta labor.
Este acto ruin, le costaría la reprobación de la iglesia católica, junto con la excomunión y su posterior persecución. Robert sabia que el tiempo estaba en su contra, por lo que opto por reunir a sus tropas lo más rápido posible, para hacer frente a los persecutores que irían tras su busca. Esto causo la cólera del papado, que extendió la excomunión de bruce, a la gente que le apoyaba. Con el tiempo, la iglesia católica excomulgaría a toda Escocia. Ante tan difícil panorama, solo había una salida: la coronación.
La caída de un héroe
Mucho tiempo fue el que paso Wallace eludiendo a los ingleses, cosa que le permitió reunir en paralelo, tropas para reanudar sus ataques contra Inglaterra. Por desgracia, la traición acabaría por ponerle fin a sus huidas, en las cercanías de Glasgow. Wallace fue enjuiciado por alta traición al rey Eduardo, ante lo cual se defendería argumentando, que él jamás juro lealtad a un rey ingles. Esas palabras, junto con sus actos, le valieron la condena a muerte.
Wallace fue torturado de la forma más inhumana posible, hasta todo extremo posible. Después de los cuantiosos castigos y desfiguraciones sufridas, su vida acabo allí, un 23 de agosto de 1305. Su cuerpo fue dividido en cuatro partes, y enviado a los rincones del reino de Eduardo, como advertencia ante cualquier intento de rebelión.
Las ultimas campañas del Zanquilargo
Con la muerte de William Wallace, Eduardo podía contar con algo de ventaja, ante un ejercito escoces desmoralizado. Sin perder tiempo, el Zanquilargo se encamino rápidamente al norte, y reconquistar las tierras ganadas por Robert Bruce en ese entonces. El primer paso, era limpiar el desastre que vivieron sus tropas ante una localidad conocida: Stirling.
Eduardo no escatimaría en gastos. Queria asegurarse de que los escoceses sintieran el verdadero terror. A llegar a los pies del castillo de Stirling, ordeno el sitio inmediato al baluarte. En cuestión de meses, preparo un asedio, como nunca se había visto antes. Eduardo era igual de avezado que su ancestro Ricardo I, quien sabia sobre la planeación de un asedio magistral. En este caso no seria la excepción. Ordeno la construcción de un lanzapiedras de dimensiones colosales para la época, e inicio el ataque apenas estuviese listo para atacar. Para semejante bestia, Eduardo le dio el nombre de Warwolf (Loup de guerre). El resultado, fue la total destrucción de los muros del castillo de Stirling.
Irónicamente, la salud de Eduardo quedaría igual de derruida que los muros del castillo que asedio. El peso de los años, y su delicada condición a causa de las enfermedades, acabarían por hacer mella en su temple. Al final, la furia y firmeza de su espíritu, encontró final, un 7 de julio de 1307. La muerte del rey Eduardo, paso la corona a su hijo Eduardo II, quien carecia del caracter de su padre para hacer frente a los escoceses.
Todo o Nada
Robert I había pasado por muchos inconvenientes previos, a raíz de las variadas derrotas sufridas a manos de Eduardo el Zanquilargo, y sus comandantes. Afortunadamente para el, la muerte del rey ingles facilito su regreso desde el exilio, y empezó a propagar la insurrección en los territorios escoceses conquistados por los ingleses. Había llegado la hora de jugarse el destino de Escocia, y el de muchas generaciones.
En conjunto con su hermano Edward Bruce, encabezo un ataque en varios frentes, a finde desgastar a los ingleses, en una suerte de guerra de guerrillas, con provechosos resultados. Gracias a ambos hermanos, los ingleses estaban cada vez más hostigados, hasta el punto de no darles apenas respiro para organizarse.
El punto álgido de la contienda, llegaría en Bannockburn, donde una comitiva escocesa encabezada por Robert I, se preparaba para negociar la paz con el recientemente nombrado Eduardo II. Por desgracia para los ingleses, este gesto inocente en apariencia, resulto en negociaciones fallidas. La faz de los escoceses, paso de la resignación por un héroe caído, al vivido clamor de la batalla, para vengar su muerte, y todas las ofensas pasadas. Entre las tropas escocesas, se contaban caballeros de la Orden del temple, encabezados por Pierre d’Aumont, un templario que sobreviviendo a la persecución en Europa, presto su apoyo a Robert I.
La batalla fue un estruendo que hizo temblar la tierra, por la ferocidad del embate. Los escoceses era superados ampliamente en numero, aunque contaban con un vigor renovado. Por su parte, la impetuosa caballería inglesa esperaba batirse en combate, y acabar el combate rápidamente. Esa soberbia, seria la causa de su destrucción. Sirviéndose de las tácticas del gran Wallace, los escoceses volverían a usar sus intimidantes Schiltroms, demoliendo la carga de los caballeros que osaran cargar contra ellos. El resto de la legendaria batalla, es historia.
Palabras al cierre del capitulo
Como hemos podido ver hasta ahora, las sendas que llevan a la victoria son muchas. Algunas incluyen el avanzar con un carácter fuerte ante la adversidad. Otras contemplan el inspirar a la gente que te rodea, para hacerles ver que todo es posible, si se cree en ello. Para las gentes de Inglaterra y Escocia, la voluntad de sus lideres, hizo en más de una oportunidad, la diferencia en varios escenarios desfavorables. Desde luego, las causas que se persiguen con varios actos, pueden afectar la forma en que se nos recuerda por nuestro legado.
A fin de cuentas, esas gestas que acompañan a las leyendas que hemos podido conocer en profundidad, han sido la razón que guio el destino de muchas personas. Pero, en el siglo XIII, la historia concedería justa recompensa a la causa más digna…
En el célebre año de 1314, en las planicies de Bannockburn, Escocia miro de frente a sus opresores, y les dieron feroz batalla. Aun con la pobreza de números, o las armas para estar a la altura del desafío, los escoceses cargaron inspirados por las gestas del gran William Wallace, en contra del invasor ingles. Ese 24 de junio, el valor de los hijos e hijas de Escocia, les hizo imponerse a sus opresores, y ganaron su libertad.