La casa nueva.
por Nocturno
El policía se sentó frente a Miguel, y le dijo que le contara todo.
—Aún recuerdo lo feliz que estábamos como familia por habernos ganado un premio tan grande en dinero, fuimos a escoger un terreno, diseñamos la casa de nuestros sueños, sala de cine, cada uno con un dormitorio propio, estaban felices los niños, vista a un lago hermoso en el sur, se demoró la construcción más de lo habitual, pero al fin llegamos a vivir ahí, la casa era gigante, más de lo que imaginamos, mi esposa me dio la noticia que estaba embarazada apenas pisamos el lugar, que por eso era el diseño del cuarto extra que no quiso decirme para que era, la abracé, nos abrazamos y comenzamos el recorrido, estaba todo en perfecto orden, los colores, los muebles y todo era simplemente perfecto.
—Al grano por favor, no tengo todo el día —interrumpió secamente el policía.
—Perdón —dijo Miguel bajando la vista —La primera noche era simplemente de ensueño, fuimos a comprar al pueblo más cercano sushi y pizza, para todos los gustos, el dinero no era problema, por primera vez, podíamos comprar algo sin sacar cuentas, dejamos atrás el departamento pequeño de la capital, donde podías escuchar hasta cuando tiraban la cadena del baño los vecinos. Pusimos música, con mi esposa bailamos, los niños no daban más de alegría. Pese a todo esto, daría lo que fuera por volver a ese departamento, daría lo que fuera por estar con todos ellos nuevamente.
Miguel no podía continuar el relato, no podía para de llorar, pero el policía molesto, insistía, lo trataba de cobarde, de asesino, Miguel continuaba su relato.
—Esa noche hicimos el amor con mi esposa, y bajé a buscar agua, cuando subí, ella no estaba en la cama, cuando la encontré…—la voz de Miguel se volvió a quebrar.
El policía lo miraba con desprecio, hasta que dio un fuerte golpe a la mesa, haciendo ademanes para que terminara el relato, Miguel continuó.
—Mi esposa estaba saliendo de una pieza de los niños, con un cuchillo lleno de sangre, y antes de enterrarse ella misma él cuchillo en el estómago y morir, me dijo que la deuda estaba saldada.
Miguel no paraba de llorar y decir que lo único que quería era salir de ese departamento, de esa pobreza, pero no pensó que el precio era tan alto.
—¡Le dije que tomara mi alma y no la de ellos! —gritaba y gritaba, lo tuvieron que agarrar entre varios.
—Llévense a este loco, otro más que le echa la culpa al diablo.