Si te dijera que justo frente a ti, en este mismo momento se está librando una guerra invisible. Que tu ciudad, tu pueblo, incluso tu calle son escenarios para una guerra que muy pocos pueden ver. Lo más probable es que me llamases loco, delirante, o peor aún, mentiroso. Sin embargo, este conflicto subterráneo es real y el mundo ha sabido de este hace ya algunos años.
No te culparía si por burla o miedo quieres dejar tu lectura hasta aquí. Te comprendo, desafiar la realidad, lo establecido no es algo sencillo. Pero por extraño que suene, me siento impulsado a continuarla, incluso si esta me conduce a la ruina.
Para comenzar estos documentos he resucitado un viejo nombre de trabajo que inventé en mis días de estudiante: Black hound. Suena intimidante, además libera a mi familia y amigos de las consecuencias que este sendero puede traerme.
¿Pero quienes son estos combatientes? Pues algunos científicos los han llamado Desviantes, humanos que están un paso adelantados en la evolución. Seres que pueden literalmente imponer su voluntad sobre la tela viva de la realidad, poniéndola en juicio. pueden sentir, manejar y usarlo de formas muy diferentes. Los poderes de estos Desviantes varían de uno a otro, se basan en su mayoría en fenómenos naturales claros y sintéticos. Muchos ya conocidos por las seudociencias, pero lo cierto es que hay otros que se involucran con las leyes de la física de manera mucho más compleja.
¿Son peligrosos estos seres? Temo decir que por lo poco que he visto, sí. Como son todos aquellos que quieren esconder sus secretos.
Hace cinco días un agente de Interpol uruguayo de apellido Osorio murió en un extraño incidente en un cuarto de hotel, investigaba a un grupo de tratantes de humanos. Trata de blancas, traficantes migrantes ilegales, ese tipo escoria. Pero mientras le seguí la pista me topé con una agencia de la cual jamás había escuchado: F.I.S.T.
Por días estuve buscando un solo documento sobre ellos, pero al parecer están ligados a varios organismos internacionales. Lo que me hace sospechar que eran ellos los verdaderos patrones del fallecido Osorio. ¿De qué me servía esto? De absolutamente nada, estaba yo frente a una gran pared. Hasta hoy, claro.
La nota me la dejaron por debajo de la puerta, la caligrafía era veloz, pero elegante. Una persona educada, pero bajo presión. El mensaje era menos mínimo: Que no te sigan: Café Las Victorias, 17 hrs.
Me enfundo en mi pesado saco de invierno y me arrojo a la calle. Cruzo el centro siguiendo la vieja técnica que me enseñó mi padre: cruzando las galerías, aprovechando cada rincón para perderme. Si alguien me seguía debe de haber quedado atrapado entre viejas peluquerías, casas de cambio, cafés con señoritas y arcaicos filatelistas.
El boliche en cuestión es anticlimático. Se dedican mayoritariamente a vender helado, sándwiches mal preparados, pero caros, con una decoración nacida del corazón del plástico ochentero.
El que presumo es mi contacto viste con un ambo azul, lleva lentes, los cuales tienen gotitas de aguas adornando sus cristales. No tiene apariencia de soldado, ni el mal gesto de un policía civil. Simplemente se deja caer en la silla frente a mi.
— ¿Estás seguro que quiere seguir investigando?
Ni un saludo, solo la pregunta a quemarropa.
—Claro—le digo fingiendo certeza.
Coloca un viejo cuaderno sobre la mesa. Parece haber sufrido por el agua y el mal transporte. De él se asoman anotaciones y otros papeles.
—Esto no es de Osorio, pero él lo encontró siguiendo a un hombre como usted, pero que no vivió para contarlo. Si lo abres tu mundo cambiará.
—Ya sé sobre los Desviantes—le contesto para hacerle saber desde donde me paro.
Él sonríe, en una amable mofa:
—No sabes nada, en estos escritos vas a encontrar sueños y pesadillas.
El hombre se levanta entonces y me deja solo con mis temores. Afuera lo veo reunirse con quien parece ser su compañera. ¿Por qué me ayudó? No lo sé, quizás el hombre tiene cierta conciencia.
La primera página reza: Abismales, Acracia, Corporación e Hijos de la Ceniza, pero este nombre está tachado y ha sido reemplazado por Quimera. Un escalofrío me recorre el espinazo, pero entiendo que por fin he encontrado la llave a mi misterio.
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