Hola amigos, aquí la cuarta parte de nuestra historia. La cual concluye en este episodio y continuará en La Caída del Reino: Resistencia.
Por si no la han leído hasta ahora, pues la pueden leer acá:
Parte 1:
Parte 2:
Parte 3:
VII
Fergus vio como una carga de hombres de acero se alzó en el horizonte. El galope de sus caballos podía oírse en todas direcciones, en un comienzo quiso presentarles batalla, pero había algo en su líder que le pareció familiar.
— Gan Sant Siôr—gritó el joven paladín.
Los hombres obedecieron tal mandato, como si viniese del mismo cielo. Aunque no pudo entender el idioma, el guerrero pudo ver un líder arrojado y templado, dando lucha a la oscuridad.
—No te detengas—ordenó el mago de los dragones.
El guerrero del Ulster se abrió paso entre las sombras que buscaban cortarle el camino. Cameliard, así solía llamarse aquella colina, pero el hechicero la llamó de otra manera, Camelot. Poco importaba, aquel sería el punto de resistencia de los héroes contra la gran oleada de tinieblas que sobre ellos se alzaba.
Sobre la última colina antes de la ciudad los caballeros habían hecho un cerco humano, pero el líder de las sombras era demasiado fuerte. No podrían detenerlo para siempre, y los heridos acrecentaban; pronto no quedarían manos para combatir. Las curanderas, alumnas de Ninive, se despliegan por el campo de batalla. Su misión de misericordia sería imposible sin el campo mágico que el anciano de los dragones había tejido en torno al campo de batalla.
Un alarido inhumano se escuchó a la distancia, el más grande guerrero en las huestes enemigas se había dejado ver. Su paso hacía temblar a la tierra misma y marchitaba toda vida. Un ser capaz de cegar la vida de un guerrero con una sola mano. Su espada estaba manchada con la sangre de varios nobles hombres que le habían hecho frente.
—Debo ir por Titania—dijo Fergus mirando a su salvador—, siento que me sigue llamando.
El primer instinto del guerrero fue lanzarse a la reyerta, volver a la batalla, pero el mago lo detuvo y susurró un “espera”, directo a su cabeza. Luego le mostró la velocidad con que el gran demonio se movía.
—Aquel no es un hombre—susurró el temible guerrero.
—Tienes razón, hijo de la inmemorial gente, —contestó Merlín con pesar—, es un demonio uno que he visto toda mi vida en pesadillas… Belial, mi padre.
Ambos entendieron inmediatamente, ninguna magia del mago funcionaría sobre aquel ser. Había un Geas sagrado, un voto hecho por las viejas reglas de la magia que impedían que un hijo usara su poder contra su progenitor.
Merlín puso su mirada en Camelot, evaluó sus posibilidades, estiró sus brazos al cielo y comenzó un viejo rezo, uno que le pedía a la creación que quebrase sus propias normas.
—Si el tiempo está roto, encontraremos aliados en eras imposibles, algunas que no han ocurrido y algunas que nunca van a ocurrir.
El Dominio mismo se estremeció al oír las osadas palabras del mago, las cartas se habían jugado y la muerte no era el peor de los destinos dadas las circunstancias.
VIII
Sobre el conde de Saint Germain podríamos escribir más un libro, un hombre misterioso, conocido como Maestro Ray Sol, Marqués de Montferrat, Marqués de Aymar y el Hombre Gris, entre una docena de nombres más. Fue una leyenda urbana en su época, hubo todo tipo de rumores sobre él, entre ellos, que había estado presente en las fiestas de las bodas de Caná. Lo cierto es que una de las virtudes de no estar atado a un tiempo le permitía huir cuando las cosas se ponían complejas, pero el inmortal viajero se había quedado sin lugares donde ir.
Intentó volar sobre los reinos protegidos por Daana, pero los portales del Dominio parecían haber sido contaminados por una energía caótica y enferma. Intentó un conjuro de estabilización, para no terminar hecho polvo entre los caminos que separan a los reinos, aunque el modesto ejercicio mágico funcionó, pudo notar que aquel poder superaba con mucho el propio.
Una silueta enferma y hambrienta se levanta entre las nubes que separan el Tártaro del Averno Profundo, es un ser hecho del dolor mismo. Se está devorando los vestigios mágicos de los principados caídos.
—¿Quién eres?—Ordenó la voz del mago.
La formación mágica intentó agarrarlo, pero sus escudos mágicos resistieron.
—Soy la locura de Hades—dijo la criatura—, dame a mi esposa, ladrón.
Aquel no era el viejo dios de los muertos, sino que su magia hecha caos. Aquella cosa intentó un segundo ataque, el mago sabía que no aguantaría un tercero. Debía encontrar una brecha de orden, de coherencia, o sería el fin.
Un centenar de voces gritaron en un coro de dolor, una luz esmeralda antecedió a una gran explosión que sacudió a las mismas estrellas. Las paredes de los reinos mágicos caían, pero en medio de esa confusión pudo escuchar una voz familiar, Merlín. El primer mago, el único mago real, todos los demás eran sombras, reflejos de su inmenso poder. Siguió la voz guía hasta los reinos esmeralda, pudo ver a la reina Titania dando batalla, pero la otrora orgullosa maestra de las hadas estaba herida.
Había llegado a una época especialmente firme en el carril histórico del Dominio, la Corte del Rey Arturo. La magia en aquel lugar lo hacía el lugar perfecto para resistir el caos que invadía a los reinos. Una vez había vivido con esta gente, por ese entonces se hacía llamar el caballero de Schoening.
Si bien el llamado lo había salvado de aquella sombra atroz, ahora estaba a merced de los demonios que lo rodeaban. Una espada salvaje hizo caer a las bestias que se iban sobre él, junto a aquel bárbaro se paraba el mago de la corte.
—¿Por qué me has traído aquí viejo amigo?—Preguntó el sacudido Saint Germain.
—Porque ha llegado la hora que hagas honor a tu fama e infamia—contestó el conjurador indicando el avance del gran demonio.
Belial, el Bestial no era un desconocido para el viajero. Sin duda era un demonio poderoso, pero lo que estaba ocurriendo lo superaba con mucho.
—Puedo con él—dijo el recién llegado.
—Quizás, pero por ahora me basta que lo distraigas mientras yo hago una invocación aún mayor, y el buen Fergus va por la reina Titania.
No hubo que pedirle más, gritó el nombre del demonio, obligándolo a mirar en su dirección. El choque de estas magias fue magno, y por un segundo distrajo a todos los combatientes.
—Eres un intruso—dijo el demonio acusando el golpe—, esta pelea no es con tus reinos.
Saint Germain dibujó una amarga sonrisa e indicó al firmamento.
—Estúpido, has sido manipulado como un pequeño diablillo, ya no hay diferencias entre los reinos.
Belial miró hacía aquel cielo que decía odiar, y aunque es imposible lo que sus ojos de demonio pueden ver, los pocos testigos que estaban atentos a la escena pudieron ver su pánico. Esto había ido más allá de su asalto sobre los reinos mágicos.
IX
El suelo se movía bajo sus pies, no era Camelot, no era Avalón, ni la tierra esmeralda, sino una superposición de los reinos.
Fergus no tenía tiempo para los juegos que los magos tejen en torno a los humanos. Su espada se abrió paso entre las bestias del caos, los caballeros habían llegado hasta el corazón de la carga enemiga. Pero un enorme perro de tres cabezas les impedía seguir avanzando. El guerrero sintió el llamado de Titania cerca, pero aún no lograba verla por ningún lado.
Corrió directo a la bestia, y distrajo al monstruoso can mientras que el joven caballero lanzó una lanza directamente al cuerpo del bestial ser. Lo mismo hizo otro de sus caballeros, la idea no parecía aniquilarlo, sino que sujetarlo por el mayor tiempo posible. Fergus cogió un martillo de guerra que portaba uno de los trols caídos, intuyó cual de las cabezas era la principal y soltó un gran golpe sobre esta. El can soltó un llanto y luego se rindió.
—Duerme bien—dijo esperando que se esa fuese toda su resistencia.
Aquel no era el primer campo de batalla que veía, pero no dejaba de estremecerse ante la destrucción que contemplaba. Los guerreros feéricos habían caído en las primeras batallas, abuelos elfos, nobles Sidhe, los trols del norte y los pooka del sur. Aún así, habían peleado bien, pues ya casi no quedaban enemigos para enfrentarlo, Belial mismo estaba acorralado, miró hacia Merlín, quien estaba repitiendo su llamada de auxilio. Aunque su resistencia había dado frutos, no sentía que estaba ganando.
—Eres Fergus mac Róich—dijo una voz entre los caídos.
El guerrero se arrodilló ante la reina, trató de decir algo, pero la voz le falló.
—Tu y yo somos de la misma sangre—susurró Titania—, si tu vives, si tu estirpe resiste, mi caída no habrá sido inútil.
El héroe del Ulster acarició el rostro de la caída ama de Avalón.
—Aún se te pedirán más sacrificios—continuó la reina—, pues tanto yo como Belial somos peones en juego aún mayor…
Si algo más fue dicho, el gran guerrero no fue capaz de oírlo, se limitó a levantar el cuerpo de la monarca y soltar un gran grito de dolor. No podía dejarla ahí, así fue como caminó pisando los cuerpos caídos, haciendo acopio de toda la fuerza que le quedaba.
El cielo se oscureció, y un centenar de formas se insinuaron entre las penumbras, ojos ardientes que contemplaban la batalla, pero que no se decidían a participar. Las piernas del héroes flaquearon por un minuto, pero logró incorporarse. Hasta que fue rodeado por las fuerzas del caballero en armadura que había encabezado la carga contra las bestias.
—Percival—dijo el caballero presentándose.
Este le tendió una mano, mientras otros caballeros se ofrecieron a ayudarlo con su carga, Fergus era un hombre orgulloso y sentía que de cierta forma había fallado en su misión, así que siguió adelante a pie por el camino que llevaba a la seguridad de Camelot.
X
Belial se arrodillaba ante el mago del tiempo. Saint Germain lo envolvió en una burbuja, misma que se iba a empequeñeciendo, hasta caber en la palma de una mano. Era una cárcel momentánea, pero funcional.
El conjurador suspiró con tranquilidad.
—¿Cuándo me invitas a otra fiesta? —Sonrió el aún joven viajero.
A pesar de este pequeño triunfo, ambos magos sabían que aquello estaba lejos de acabar y Merlín lo sabía. Era por esta razón que había concentrado todo su poder mirando hacia el este, hacia el viejo Monte Olimpo. Podía sentir la fuerza de Zeus abriéndose paso entre los reinos, pero la penumbra era demasiado firme como para que pudiese ver las señales.
—¿Vas a hacer lo que creo?—dijo Saint Germain reuniendo su energía en torno a Merlín—, estás más loco de lo que pensé, te advierto a los dioses no le importamos nada… ¿y si no se pone de nuestro lado?
—¿Vas a ayudar o seguirás diciendo lo obvio?
La energía de ambos magos fue entonces un faro mágico, uno que cruzó la penumbra que rodeaba el pequeño plano llamado Camelot. Pronto la realidad misma comenzó a temblar, los mortales sintieron una inesperada presión sobre sus oídos y salvo por unos pocos seres sobrenaturales, la realidad entera se arrodilló ante el inmenso ser que apareció por las grietas de la creación.
Saint Germain no podía ver al ser completo en toda su magnitud, ni siquiera con ayuda de todos sus poderes. Solamente pudo soltar un nombre entre sus labios: Zeus Egidoco, el vigilante, el portador de la égida, con la que infundía terror al impío y sus enemigos.
Del otro extremo surgió otro ser, uno poseído por una energía pútrida, tóxica para la magia. Hades Adesius, el dios triste. Esto le recordó a la aparición que había visto en los pasillos del tiempo; aquel ser estaba envenenado, corrompido por una magia antigua y caótica.
Los dioses hicieron temblar la creación, su combate hacía vibrar el aire mismo y rasgaba aún más la realidad.
Hablaban entre ellos, pero no el mago no podía entender aquella lengua.
—Nos destruirán—dijo Merlín—, debemos regresarlos a su dimensión para que sigan su combate.
El poderoso hijo de Belial, el mago del rey Arturo intentó un nuevo conjuro, pero entonces un rayo cubrió el firmamento, ni siquiera los grandes hechiceros pudieron mantenerse en pie, al cabo de unos segundos el cielo retomó su azul habitual, y salvo por los caídos, no había evidencia de la hecatombe ahí ocurrida.
—Esta es solo una pausa—dijo Merlín ordenando su manchada túnica—, pero solo podemos retornar a Camelot y rezar porque tengamos la fuerzas necesaria para lo que viene.
—Los dioses te oigan.
—Estarán atentos, estoy seguro.
Los magos enfilaron sus pasos de regreso a los muros eternos de la ciudad imposible, sabiendo que alguien, en las sombras, se estaba riendo de ellos.
Fin de la Locura de Hades, pero no de esta historia.
¡las intrigas no terminan! A la espera del proximo capitulo
Buenísimo, ojalá pronto salga otra novela y se siga desarrollando el Lore de MYL!
Buenisimo!
Ojala sigan haciendo historias así, creando propias historias mitologicas.