“De los muchos desafíos que enfrento Genghis Khan en su vida, convencer a su gente de lograr lo imposible, fue uno de los más grandes. Este pensamiento, es que lo inspiro a él y a sus hordas, a doblegar Asia y Europa. Un legado por muchas personas imitado, pero jamás igualado”
La caída de la Dinastía del Dragón
Ya toda Mongolia sigue las ordenes de Genghis Khan. Sus convicciones, son el sueño de toda la horda, hacia donde quiera que nos dirigimos. Destinos que nos permiten conocer muchas cosas que, de cierta forma, nos hace más letales en combate, y fuertes como pueblo. Es esta misma idea la que nos llevo a invadir China.
Poco acostumbrados a luchar contra enemigos tan impredecibles, los chinos caían abrumados por los ataques incesantes de nuestra caballería. Nadie estaba a salvo. Quienes ofrecían resistencia alguna, eran masacrados con rapidez. Nuestra invasión de China no tuvo precedentes. Provincias enteras eran devastadas sin piedad, y sus riquezas, engrosaban a las arcas del Gran Khan.
De las muchas riquezas que adquirimos en China, hay una que sobresalía ante cualquier otra: la tecnología. Hemos adquirido conocimientos avanzados para asediar grandes ciudades, las mismas que vieron nuestros ejércitos en acción, y que ahora son pasto de las llamas. Estos secretos, serán sin duda alguna, invaluables para nuestras campañas venideras.
Genghis Khan esta muy satisfecho con el progreso que deja nuestro avance en China. Los palacios y ciudades de la Dinastía Jin, son ahora parte del naciente Imperio Mongol, y sus riquezas serán ahora tributos constantes para el Gran Khan, por varias generaciones.
Los reinos y tierras cercanas a Mongolia, asustados por el devastador avance de las hordas de Genghis Khan, se apresuran a enviar emisarios, cargados de tesoros y tributos, para aplacar a las voraces hordas mongolas.
La invasión del oeste
Con China a nuestras ordenes, Mongolia había conseguido un vasto sustento para sus gentes. Pueblos nómadas, que alguna vez soñaron con tener algo que comer, ahora disfrutan manjares exóticos hasta la saciedad. A pesar de ser un gran logro, ello no es suficiente aún para Genghis Khan. El sabe que además de China, existen otras tierras que rebosan de tesoros, siendo el imperio Corasmio, el más grande con el que ahora limita Mongolia.
El imperio Corasmio, es el heredero de la milenaria cultura persa, y sus riquezas, así como la inmensidad de sus dominios, son fantasías que no dejan dormir a los guerreros por las noches. Genghis Khan sabe que su rival persa es un adversario difícil, así que se tomará su tiempo para preparar la caída de Corasmia.
Durante días, cabalgamos al galope, cruzando las estepas y desiertos que nos separaban del imperio Corasmio. Bebíamos el agua de la lluvia, y nos alimentábamos de lo que sea que tuviéramos a la mano, por muy modesto que fuera. Al caer la noche, después de llegar a los muchos oasis que nos encontrábamos en el camino, se nos recompensa con leche de yak, y la promesa de los tesoros de las ciudades corasmias. Los nómades que nos encontrábamos en el camino, eran capturados con rapidez, y a cambio de perdonarles la vida, nos enseñaban las rutas más seguras a través de los territorios. Estas gentes, serian de las pocas que escaparían al fatídico destino que guardábamos a nuestros enemigos.
Después de muchas lunas, nos encontramos en el horizonte a la ciudad de Bujará, una joya en medio del inclemente desierto que nos separa de las fértiles tierras de Europa. Nuestra llegada a la ciudad paso, sorprendentemente, desapercibida. El velo de la noche, y los vientos del desierto, hicieron de nuestra llegada a la ciudad, un gesto único, del que el Gran Khan se enorgullece. Bujará no solo es imponente de aspecto, pues esta ciudad esta en el medio de toda la Ruta de la Seda, y gran parte del comercio que se da entre Asia y Europa, debe pasar por aquí. Muchas de las culturas que hay en estas tierras, se han conocido a través de la Ruta de la Seda. Genghis Khan, quiere ver Bujará sometida al yugo mongol.
Antes de llegar a Bujará, como siempre, el Gran Khan ordeno con antelación, el envió de espías para obtener la mayor cantidad de información sobre las defensas de la ciudad. Contaba con unas defensas modestas, aunque no lo suficientemente fuertes para detenernos. Su guarnición, aunque era numerosa, sucumbió con rapidez al ataque de nuestra caballería en campo abierto, que continuamente les atacaba con flechas a la distancia. Desesperados, los lideres de Bujará se rindieron, esperando clemencia del Gran Khan. Lo ultimo que recuerdo de esa ciudad al marcharnos, es el enorme incendio que consumió tanto a sus casas, como a sus habitantes.
La caída de Samarcanda
De las muchas ciudades que habíamos enfrentado, ninguna igualaba en imponencia, a las que había en el imperio Corasmio. Entre tantas que había en Transoxiana, la más opulenta y asombrosa de todas, era Samarcanda. En ella, vivían más de medio millón de persas, y tras sus murallas, había un ejercito de más de 100.000 tropas esperando detenernos. Una esperanza, que se apagaría por el viento que impulsaban nuestras flechas.
Confiados en su capacidad y arrogancia, los persas creían ser capaces de soportar nuestro asedio por meses, e incluso años. Por desgracia para ellos, su orgullo seria el inicio de su destrucción.
Al primer día, tentamos a su guarnición con pequeños ataques fingidos contra sus murallas, sin llegar a tocarlas en ningún momento. En el segundo día, enviamos un ataque de provocación más grande, para hacerles creer que nuestros números y habilidad, eran inferiores a los suyos. Cuando llego el tercer día, vimos salir una gran hueste de guerreros persas, listos para la batalla. La trampa había funcionado. En cuestión de horas, las orgullosas fuerzas del imperio Corasmio, fueron aniquiladas por nuestro ejercito, que no superaba ni la mitad de tropas que ellos tenían.
Al cuarto día, la ciudad se rindió, y permitieron a nuestras fuerzas cruzar sus puertas. Solo un puñado de defensores atrincherados en su ciudadela, se interponían en nuestro paso, los cuales, cayeron como moscas antes de que acabara el quinto día.
Cuando entramos en Samarcanda, me dejo asombrado hasta el alma, la gran cantidad de tesoros que tenían los persas. Nunca en mi vida había visto tantos manjares reunidos en un solo lugar. Estábamos sin habla, contemplando el gran botín que habíamos conquistado. Nos llevamos tantas cosas, que apenas era posible cargarlos en camellos o caballos.
La incursión de Samarcanda, significo para nosotros, la apertura por parte de Genghis Khan, del mismísimo cielo. Esta conquista, presentaba al resto del mundo conocido, al Gran Khan como el trueno en la tierra, el verdadero Azote de Dios. Los lujos arrancados del Imperio Corasmio, serian disfrutados por generaciones. Eso si, no todos los guerreros participaron de esta incursión, pues Genghis Khan, tenia otros planes para su imperio.
La Invasión de la Rus
Antes de nuestra incursión hacia el imperio Corasmio, Genghis Khan había dispuesto otros planes para la horda. En el norte, se encontraban los principados de la Rus, que antes de nuestra llegada, parecían plantear una gran resistencia. Para someter las tierras de la Rus, Genghis Khan envió a Subotai Ba’atur, su general de mayor confianza. Estando Subotai al frente del azote que asolaría los principados de la Rus, las posibilidades de victoria de nuestros enemigos serian nulas.
A diferencia de Genghis Khan, Subotai contaba con mayor experiencia en el campo de batalla. No solo era un guerrero temible, también era de los pocos hombres en que el Gran Khan confiaba ciegamente. Una lealtad incuestionable, que toda la horda puede dar testimonio.
Las primeras incursiones de Subotai en la Rus, no pasaron desapercibidas. Acostumbrados a las disputas internas, los principados de la región carecían de la iniciativa para plantear una unión en contra de nuestra horda. Al final, el intento de lucha que dio ante nosotros una alianza entre rusos, y cumanos, culmino con una victoria total a nuestro favor, en el rio Kalka. Fue una masacre asombrosa, que puso a gran parte de la Rus de Kiev, a los pies de Subotai. Los últimos remanentes de gentes supervivientes, habiendo cumanos o kipchaks entre ellas, se unieron a Subotai; o bien, corrían por sus vidas, rumbo a Bulgaria.
Estas victorias, le dieron el control mayoritario de Asia a Genghis Khan. Cada triunfo sobre enemigos conquistados, era celebrado sacrificando los mejores caballos en honor del gran Khan. Durante varios días, se celebraron los triunfos de Subotai en la Rus. Mi buen desempeño en la campaña de Samarcanda, hizo que el Gran Khan me recompensara, nombrándome como uno de sus emisarios. Un nombre formal, que se le daba a un espía del Khan, para apoyar las conquistas de la horda.
El camino a Europa, estaba despejado, y las hordas, preparadas para la invasión. Nuestro mayor tesoro estaba al alcance de las manos. Los reinos europeos eran presos del pánico, al oír relatos de comerciantes de la Ruta de la Seda, que nos describían como una plaga proveniente del mismísimo infierno. Un día que me encaminaba hacia Cracovia, en Polonia, recibí ordenes de un mensajero para que regresara a Karakorum, el centro del poder de Genghis Khan. Al entregarme el mensaje, dijo que viajara lo más rápido posible.
De sus palabras, solo recuerdo una tétrica frase…
“Ocurrio la tragedia.”
Si has llegado hasta acá te dejamos un secreto para que vayas descubriendo más piezas de Explorandum.
Se vee muy bueno para la estrategia y ekilibrarla